Toca, disfruta y permite que tus labios rompan los sonidos. Deja que tu boca sea libre y que el aire que salga de ella se confunda con el viento. Toca con tus labios, con tus dedos, con tu alma, con todo tu cuerpo hasta confundir los instrumentos, hasta que abarroten tu cabeza y se pierdan. Déjate llevar por el caballero del piano, que sus teclas resuenen en tus oídos hasta lanzar gritos inconexos. Abandona alguna vez ese aire perfeccionista que te envuelve y consiente los sonidos discordantes.
No tienes que tener miedo a tocar, porque tu rango paupérrimo te permite ser libre y no tener la responsabilidad de ser una gran princesa.
El rango de tu familia es transcendental en tu
historia, una casta con renombre, pero
en cierto modo una categoría de pacotilla, que te permitirá en ocasiones un estado placentero, pero otras
te sumirá en la más profunda absurdez. Lee con atención y comprenderás
tu descendencia:
El tatarabuelo de la princesa era un chicarrón del norte que decidió viajar a Puerto Rico para hacer fortuna, volvió casado y con hijos, el más pequeño de ellos se convertiría más tarde en el bisabuelo de la princesa.
Regresó tremendamente rico, un indiano que viajó en barco de lujo y que compró a su regreso media ciudad del Cantábrico. Ya le hubiera gustado a la princesa que su antecesor hubiera adquirido una bella casa asturiana, pero no fue así, sus dineros fueron dilapidados generación tras generación, a lo que la princesa sólo llegó a visualizar algunos bellos muebles con olor a viejo.
Su abuela materna, nieta del puertorriqueño, se crió entre algodones y pronto asumió el rango de Marquesa. Su boda con un señorito castellano, anunciada en los anales de un periódico de sociedad, le obligó a ausentarse a tierras castellanas donde nacieron sus hijos. A su esposo, un gran trabajador, que a ella se le hacía raro, porque en su casa nunca había visto semejante cosa, se le fue concedido por proximidad, el título de Marqués. A los pocos días de nacer la princesa, La Marquesa llevó en sus brazos a la niña a la Iglesia, lo que la convirtió en una gran madrina.
Abrazada entre sus brazos endulzaba a la princesa otra marquesa, una tía materna, la Marquesa de Calasaona, mientras esperaban el nacimiento de su hermano. Ésta regresaba de su isla cada año para visitar a la familia y en uno de estos viajes fue nombrada “Duquesa del Bollo de Campaspero”, por su delicada compostura y saber deleitar los mejores dulces de este pueblo castellano.
Las dos marquesas ocupaban el mismo aposento en el palacio de la reina, lo que obligaba a ausentarse a una cuando llegaba la otra. Una disponía de una alfombra blanca y la otra roja, ésta era más larga y recorría la mitad de la primera planta del palacio. Mientras que la Duquesa del Bollo prefería una pequeña alfombra blanca, pero disponía de unos aposentos privados en el jardín, en los que leía profundamente y recogía flores para decorar el palacio.
Su hermano, dos años más joven que la princesa, llegó a la familia como una exhalación, tan pronto corría como saltaba, o desparecía tras las cortinas, o rodaba por las escaleras. Eran sus piruetas tan alegres como ocurrentes su palabras, y su sonrisa tan grande como sus manos, por ello fue nombrado en su tercer cumpleaños “Bufón del Reino”. Desde ese momento deleitaba a la familia e invitados en los eventos más insospechados, incluso en su ausencia sus palabras vibraban en los oídos de los invitados y hacían reír a carcajadas a todo aquel que recordaba sus elocuencias. Sus historias han hecho reír a los marqueses y a la princesa, muchas veces, le besó a carcajadas sus lágrimas.
La madre de la princesa, que nunca fue “una madre al uso”, por ser tan especial fue nombrada Reina por facebook, una vía rápida e inmediata en la que los amigos, seguidores y familiares pudieron disfrutar de la coronación vía online. El acto de la ceremonia fue sencillo, solemne y emotivo, en el que la reina no pudo reprimir sus lágrimas. “Mal hecho” le dijo su pensamiento, una reina ha de ser fría y distante, por eso este rango otorgado a la madre, es también de pacotilla.
De esta guisa, es lógico que tú fueras nombrada princesa por tu madre una mañana de adolescencia, cuando tu cuerpo dormía profundamente y despertó tras muchos intentos con un “buenos días princesa”.
Esta familia que te rodea, querida, está esperando el próximo nombramiento, solicitado a las autoridades pertinentes por el músico que besó a la niña del oboe. Será nombrado Caballero de la corte, pero está en espera de recibir propiamente el nuevo rango que se adhiera al de caballero. La investidura será próximamente.
Como ves, desde niña te han arropado marquesas, has sido princesa antes que tu madre reina y ahora un caballero te ronda para crear un palacio. Por ello debes tocar a tu antojo, a placer y guardar silencio siempre que lo desees.
Y no olvides, que si necesitas cualquier otro
título, no dudes en solicitarlo, puede que los Reyes acompañados por el Bufón
te lo regalen.
Un beso de la Reina, que ahora es tu madre.
Un beso de la Reina, que ahora es tu madre.
Mamá
Miedo me da comentar nada, por sí fuera a ofender a semejante corte laureada. Mejor no decir nada. Dejarlo quieto ...callada.
ResponderEliminarLos títulos de la princesa y su familia son de pacotilla. Pero esta historia va muy en serio. Acabaremos publicándola.
ResponderEliminarSí, nos encantaría publicarla!
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