Imaginaba tras su camisa el corazón arrebatado latiendo. Nunca había visto nada semejante, me sorprendía como las venas conocidas en los libros podrían visualizarse de una manera sencilla. Un corazón que no definía su carácter, sino un órgano físico adherido a su carne interna, húmeda y viva.
¿Cómo podría pensar aquella mujer que el
corazón de un amigo al descubierto enseñara sus entrañas?
No quiso decirle nada mientras le miraba. Inspeccionaba en él sus ojos, sus gestos y hasta sus palabras. Pero ella no era capaz de conjugar aquella imagen en sus sentidos, sino simplemente, visualizaba su interior despojando abiertamente su camisa, su piel y sus costillas. Allí estaba su corazón abierto definiendo no solo su estado físico, sino también su palpitar arrebatado, éste se iba durmiendo hasta llegar a un ritmo decadente para volver de nuevo al frenesí.
No quiso decirle nada mientras le miraba. Inspeccionaba en él sus ojos, sus gestos y hasta sus palabras. Pero ella no era capaz de conjugar aquella imagen en sus sentidos, sino simplemente, visualizaba su interior despojando abiertamente su camisa, su piel y sus costillas. Allí estaba su corazón abierto definiendo no solo su estado físico, sino también su palpitar arrebatado, éste se iba durmiendo hasta llegar a un ritmo decadente para volver de nuevo al frenesí.
La mujer no podía verbalizar esa
transformación, pero si visionarla en su mente, de tal manera que no le
permitía conciliar el sueño.
Unos horas más tarde, ella descubrió que el estado
emocional de su amigo, coincidía con exactitud con sus gestos y sus palabras.
Afortunadamente la mirada de su compañero la tranquilizó.
En algún momento podría expresarle con
palabras sencillas su inquietud en la noche. Pero solo fue capaz de decirle:
“Hoy he dormido mal”.
Pilar Bayón
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