viernes, 14 de diciembre de 2012

La princesa V: Un reinado difícil


La princesa llora lágrimas saladas mientras pica cebolla, oculta los malos olores de los fogones con poco disimulo y tinta sus ropas de harina por su evidente torpeza en la cocina. Lógico. Una princesa nunca se mancha las manos.
La princesa no sabía, o no quiso saber, que su reinado sería difícil. Que las suaves telas que la cubrieron al nacer desaparecerían tornándose molestas. Y que quedaría desnuda frente al espejo, viéndose sirvienta de su propio príncipe. Mantener su reino iba a suponer sacrificios.
Mientras su madre le mandaba flores, con las que ocultar los malos olores, la princesa elucubraba la manera de igualarse a su príncipe.
Hasta que, sin esperarlo, descubrió en él a alguien más que al protector de su reinado.  Él se convirtió en su bufón por una noche y la princesa volvió a sentirse en su trono. Después, los dos se abrazaron olvidando las palabras que los habían distanciado.
En un castillo como el suyo, donde el amor seguía sobrevolando por encima de cualquier olla burbujeante, tendrían que aprender a construir los papeles de un mundo gobernado por ellos. Pero para ellos.

Eva

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