Las princesas son
princesas hasta que dejan de serlo. Entonces descubren que su reinado no ha
hecho más que empezar, que sus coronas no pesan, sus extravagancias no importan,
sus caprichos no le pertenecen y sus sueños comienzan a mirar mucho más allá.
Las princesas son princesas hasta que dejan de pensar en sí mismas.
He esperado el momento, mamá, para poder decírtelo, he querido asegurarme de hacerte llegar yo misma esta increíble noticia; pero veo que tus dotes de bruja viajan tan rápido y tan lejos que, intuyo, has vuelto a descubrirme. Pero ahora sí, puedo confirmarte que estoy embarazada.
He esperado el momento, mamá, para poder decírtelo, he querido asegurarme de hacerte llegar yo misma esta increíble noticia; pero veo que tus dotes de bruja viajan tan rápido y tan lejos que, intuyo, has vuelto a descubrirme. Pero ahora sí, puedo confirmarte que estoy embarazada.
Crece dentro de mí una niña, una pequeña cosita cuyo corazón late tan rápido que no consigue más que asustarme. Se cría en mi vientre una niña que, día a día, agranda mi piel, aumenta mi cuerpo y me invita a pensar que ya no soy una: somos dos. La princesa va a ser madre, aunque no termine de creerlo del todo.
Esto quiere decir, mamá, que vas a ser abuela.
En realidad, esto quiere decir tantas cosas que, desde que supe la noticia, mis latidos se han vuelto a acelerar. Pienso, planifico, imagino... Y, en cierta manera, todo se me queda grande. No consigo abarcar el amplio significado de ser madre. Mis ilusiones son tan amplias que vuelan mucho más alto que los rascacielos de Nueva York; tan alto que, si miras al cielo desde allí, podrás ver la sombra que proyecta mi alegría.
Será risueña, alegre y
alocada, como los juegos teatrales de su abuela. Inventará travesuras,
construirá imposibles y disfrutará bajo las gotas de lluvia deseosa de
empaparse de felicidad.
Cada día imagino un
poco de cómo será mi pequeña. Y aunque no sean más que sueños, me entretengo en
pensar todo lo que mi niña podrá ser. Ella será mi princesa y yo seré su reina.
Es que es una pasada, que bonito!
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