Cuando nació
la princesa las flores del cactus crecieron rojas y fuertes. Cada año, aún
siguen floreciendo. Tan hermosas eran estas flores que la niña al cumplir dos años, quiso
cogerlas y antes de llegar a acariciarlas sus diminutos dedos fueron heridos por
las espinas.
Ella, tan pequeña, no dijo nada. Silenció su dolor, quizás por el
deseo de arrebatar una flor. Unos días más tarde en el hospital extrajeron sus
pinchos.
Cuando iba a
cumplir los 18, la mamá quiso hacerle un regalo: “Será tú puesta de largo” te
pondrás un largo vestido y caminarás sobre una gran escalera de cristal, al
bajar de ella tendrás 18 años. La madre soñó con una gran fiesta, donde amigos
y familiares celebrarían su mayoría de edad.
Pero la niña
no quería que nadie le esperara al final de la escalera, tampoco vestiría de
largo. Ella era muy sencilla y su madre una bromista que quería entretener a la
princesa con fantasías.
La escalera
de cristal, una bella imagen para empezar a ser mayor. Pero no había pensado,
que pudiera ser tan frágil. El tiempo le arrebató su salud y en el hospital
permaneció muchos días, con dolencias raras y dudosas. Nunca ninguna madre,
podría imaginar que su hija fuera tan vulnerable, podría morir y no celebrar
más cumpleaños. La tristeza invadió a la familia y la princesa valiente,
aguantó en la cama día a día, hasta que el día de su 18 cumpleaños pudo
caminar, de nuevo por un jardín, esta vez un bello vergel cercano al hospital.
¡Qué
inocente!, la reina, nunca pensó que su princesa se podría volver a pinchar, en
esta ocasión no fueron unas simples espinas de cactus. Esta vez los virus
habían entrado por su cuerpo y era difícil poder extraerlos.
Su
cumpleaños, no fue de tiros largos, ella nunca lo quiso, pero si tuvo el día
más dulce de su vida.
Ten cuidado,
las flores del cactus siempre siguen floreciendo.
¡FELIZ
CUMPLEAÑOS, PRINCESA!
Mamá
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