Mientras las pequeñas princesas crecen sin querer a escondidas de sus madres, el tiempo las convierte en pequeñas mujercitas. Cuando juegan a cocinar, el mal olor de la berza las invade y sus lágrimas lavan el maloliente destino. Lloran porque han crecido deprisa y han dicho adiós a su madre sin pensarlo, huyendo de los besos maternos buscando unos nuevos abrazos. Ofrecen a sus esposos una triste comida y a sus amantes unos dulces besos. Los besos deben crecer y menguar los malos olores.
Los buenos amantes llevan flores a su reino y las princesas reciben este
regalo con amor, tienen que crear un jardín con pequeñas semillas para disipar
los malos olores, que a veces llegan por las ventanas.
A mi princesa la bañó el mar y sus lágrimas saladas se retorcieron con la
espuma de las olas. Cuando construyó su pequeño castillo, decidió hacerlo junto
al océano con un pianista que le cantaba canciones antiguas de su tierra
marina. Los dos ronroneaban sueños lejanos, viendo como un pequeño guindo
crecía en sus corazones.
Mamá
Mamá
Me gustan mucho tus cuentos, están geniales.
ResponderEliminarFeliz Navidad !!!!
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Yo no puedo leer esto. Mis ojos se inundan de agua salada
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