viernes, 1 de marzo de 2013

La princesa XV: Papeles rotos

La princesa se ha sentado a escribir en su libreta. Esa libreta que recoge bocetos, frases inconexas, fantasías, ilusiones, pero, aún más, desilusiones. La princesa no entiende por qué escribe palabras y más palabras pero ninguna de ellas se atreve a dibujar historias. La papelera termina por llenarse de papeles rotos.

La princesa clava impaciente sus esperanzas sobre el papel, como si quisiera hacerlas realidad a la vez que las escribe, como si dibujar palabras sirviera para transformar automáticamente los sueños en realidades. Pero no consigue darles forma.

De repente, la princesa tiene prisa. Desespera ante la posibilidad de no ser capaz de construir sus ilusiones. La niña paciente, amante del silencio, la niña tímida de sonrojadas mejillas que siempre tuvo tiempo para saborear los pequeños momentos de paz, ahora parece querer terminar pronto. ¿Terminar qué?
La primera carta que escribió a su madre, la primera página de esta historia recogía los miedos de la princesa. Escríbelo, le dijo su madre cuando ella le contó que no podía dormir, escríbelo. Y así lo hizo. El cuento de La princesa nació para llenar las páginas de inseguridades.
Si ahora la princesa no es capaz de articular palabra es porque ha construido una historia en la que se viste envuelta de felicidad, en la que rápidamente ha dibujado un final feliz al que le gustaría llegar. No parece tener dudas que le hagan meditar. Pero su historia, aunque ha empezado a tomar forma sobre el papel, aún no ha comenzado. Necesita vivirla.
Y para la reina, su madre, no es necesario leer estas líneas para saber que su princesa todavía sigue siendo una niña. Que juega a construir su casa en un castillo. Que sonríe al idear historias maléficas que toman forma detrás de sus paredes. Pero la reina sabe también que la princesa es fuerte y que sólo necesita coger papel y boli para desarmar sus miedos, porque ella siempre estará detrás para responder a sus gritos silenciosos con una nueva carta que siga recordándole que los sueños, si se desean, pueden hacerse realidad. 
Eva

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