miércoles, 6 de febrero de 2013

La princesa XII: El espejo


Detrás de cada espejo está tu rostro, triste, enfurecido, compungido, enloquecido, amarrado a tu alma. También los espejos esconden tu alegría, tu belleza, tu silencio, tu sonrisa y todos aquellos secretos que serán tuyos princesa, tuyos únicamente. 
 Nadie ve tras el espejo lo mismo que tu, aunque compartas tras él una historia de amor inconfesable. Tras el espejo, como Alicia, podrás creer en tu séquito de cucarachas que te acompañan, te seducen o te horrorizan. 

Yo también, mi querida princesa, tuve mi séquito  durante los primeros años de amor, me sonreían cuando venía tarde a casa y paseaban tranquilamente por las salas. Nunca me asustaron, incluso a veces las pisoteaba con toda tranquilidad sin importarme nada el sonido de la muerte. Años más tarde, incluso me convertí en cucaracha en los escenarios. Una obra de teatro me convirtió en una vieja peri planeta, y pude disfrutar de las condiciones de vida de semejante bicho.
Los muros crujen tras el espejo y los cimientos se tambalean muchas veces. Recuerda mi princesa, que en tu último hogar, donde habitabas conmigo, sonaba la madera del suelo, como si quisiera gritar todo aquello que vivió allí. Son nuestras pisadas las que hablan cada día y todo el bullicio que hicieron otros en tu palacio, te acompañará siempre. Entiendo ahora tu amor por el silencio, que yo no supe respetar en tantas ocasiones, siempre por miedo a oír los gritos de aquellos que me cortejaron en el pasado. Debes permitir tu silencio para dar rienda suelta a los gritos de la noche, éstos también ayudan a crecer.
Y cuando en la noche sueñes que tras el muro  se inquieta el cadáver, lava tu rostro con tus manos, acaricia a tu amor y como si de un sortilegio se tratara, verás cómo esos muertos huyen a su pasado.

Mamá 

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