domingo, 6 de octubre de 2013

La princesa XXIX: Sin rumbo


Bloqueada. Si tuviera que explicarte en una carta, mamá, cómo me siento, no me haría falta más que una palabra. Bloqueada. 

 Frente a mí se erige un muro tan alto que se pierde con la línea del cielo. Apenas veo el sol tras esta pared que se ha construido portentosamente ante mí y, aunque pienso en tus consejos, no puedo evitar temer por este castillo que se tambalea sobre un suelo de cucarachas. 


Mi palacio, mi refugio, mi pequeño hogar, no es más que un reino plagado de imaginación que me resguarda de entes externos. Una crisálida de color que ilumina mis mañanas pero que, irrevocablemente, no puede evitar oscurecer mis noches. Un juego, sí, que como tantos que me enseñaste no deja de ser el juego de un escenario. Tú, mamá, todo lo teatralizas. Todo con tal de hacerme esbozar una sonrisa en la boca.

Y quizás eso sea todo. Quizás todos los esfuerzos nos lleven hasta la misma sonrisa. Pero de nuevo, sigo vistiendo una mueca de preocupación en mi rostro. 

Mi cabecita sigue sonando, eso sí, suena siempre. Y por suerte, las notas del piano de mi príncipe acompañan las tardes tristes como ésta. Pero mis oídos no recogen dulces melodías sino, más bien, turbadoras disonancias. Tras los muros de color de mi castillo se acerca, cada vez más fuerte, el sentir de unas malas vibraciones. Están allí, al otro lado, pero parecen perseguirme. 

No sé qué quieren decirme, sólo las escucho y presiento, a modo de premonición, que intentan advertirme de una grieta en mi castillo. Quizá sea esa rendija desde la que entran las cucarachas. Ya sabes que éstas nunca me han dado muy buen augurio. 

Yo lo siento. Mamá, ¿tú lo sientes? ¿Es ésta otra de tus fantasías literarias para meterme miedo y hacerme mayor? ¿O esta vez no ha sido tu mano la que ha querido jugar inocentemente con mi destino? 

De nuevo vuelvo a necesitar tus consejos para tirar ese muro que no me deja ni ver el sol, que parece querer teñir de sombras las paredes de luz de mi castillo y me canso de no conseguir derrumbarlo. 

Hemos jugado con la princesa a nuestro antojo, dotándole de divertidas circunstancias, de inocentes realidades y malignas situaciones. Hemos jugado a escenificar la realidad. Ahora no es juego, ahora se ha vuelto real. Ahora la vida de la princesa se nos ha ido de las manos y ha perdido su rumbo…  

Eva

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