miércoles, 21 de agosto de 2013

La princesa XXVI: Madres y princesas

Reír y llorar al unísono como cuando leo tus escritos, ¡me emocionan tanto! Quisiera siempre guardar algún secreto, para que siempre te sorprenda, para que nunca te canses de mis bromas o fantasías, para que dudes si soy o no soy una madre al uso. 

Te llenaré de besos y caricias, todos aquellos abrazos que no te di por querer ser una madre de libro y así fue como en tantas ocasiones el tiempo me brindó una hija secretaria, que ordenaba mis cosas, me las clasificaba y hasta me las reprendía. Pero veo, princesa que tu también quieres salir de ese libro escrito en el que educan a los niños-libros. 


Bien, mi niña, te besaré tanto que ningún libro podrá rescatar esa respuesta. Te abrazaré con mis palabras, con mis escritos, para tenerte siempre cerca, para quererte cómo puedo hacerlo ahora. Te saciaré con mis cuentos,  algunos te sorprenderán  y otros podrán asustarte, porque también te meteré miedo, para que corras, para que juegues y no te quedes parada. Salta y corre por mis voces y no dudes que cualquier fantasía, cualquier sueño puede ser tuyo y yo cautivaré  los tuyos  para hacerlos algo míos.

Porque algún día entenderás qué solas se quedan las madres, que vacías cuando paren, que lloros derrumban sus sueños y qué sonrisas agrandan sus  ilusiones. Prendadas en sus pechos duermen las princesas hasta que el tiempo arrebata sus pezones. Y tras una puerta la madre vigila como su hija se amamanta sin su pecho, caen las lágrimas de la madre. Es la primera vez que la princesa crece sin ser alimentada por su madre, ya no es suya del todo. Un poquito de leche falsa entra por su garganta y la madre pierde un poquito de su hija.

Gracias princesa porque ahora tú sueñas un poquito de mi, hoy el espejo nos confunde. Te dejo que duermas y en el desvelo despierta con un bello amanecer.

Te quiere: Tu madre.

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