lunes, 26 de noviembre de 2012

La princesa II: La princesa

Flotando en el mar del vientre, la niña pronto aprendió a escuchar. Oía los susurros de la madre y respondía con su latido. La mujer avergonzada silenciaba para ella estas palabras, que dormitaban mudas en el abdomen. Nadie más escuchaba su latido.
Rápido,  suave, fuerte… tantos latidos diferentes como palabras susurradas por la madre. Un secreto entre ellas se acrecentaba en cada instante: los sonidos eran suyos.
Primero aprendió a nadar y suavemente le llamaba. La madre a escondidas y en el silencio de la noche, le recordaba que fue una luna llena la que engendró a esta niña que escuchaba la música del campo. En una tienda de campaña bajo el sonido del río, de los insectos y de un hermoso  murmullo campestre, explotó la lluvia del amor en el vientre de su madre. Ella nunca supo que, arropada bajo las telas de la tienda, sus padres se cobijaron.


Cuando nació, la mirada de la niña siempre buscaba las palabras de la madre, acompañadas por los sonidos del viento. Un oboe creció en su boca y en sus oídos  los ecos se precipitaban. Los ruidos le arrebatan el sueño, mientras su madre la acurrucaba entre paños.
Escondida en un armario, permaneció muda, entre telas y ropas colgando, refugiada, quizás enfadada. En otras ocasiones arrojaba libremente su ropa al suelo, esperando ser querida. Telas y trapos, trapos y telas, se arrugan, se desvanecen, desaparecen. Lloran.
¿Cómo es posible escuchar y oír en la lejanía, ese lazo de unión que permanece entre el llanto de la madre y un grito asfixiante de su hija?
A los quince años se convirtió en princesa y cada mañana su madre la despertaba con ese rango, pronto comprendió  que entre sus sábanas también estaba segura, al igual que en el vientre.
Al destino se le antojó que un músico se la llevara y entre las teclas del piano abrazara a la princesa. Construyó sin saberlo su tienda, con hilos, abalorios y telas,  y así en las noches oscuras  las sábanas se la enredaban, otras la atormentaban… Pero es que ella aún no sabía que las princesas también tienen que aprender a dormir, aunque sea debajo de una cortina de colores.

Mamá

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